lunes, 24 de noviembre de 2014

Camila

¿ Y ahora, qué harás?


Termino de empacar, en algún punto de esta habitación reposan los recuerdos de este amor, cuantas veces busque refugio entre tus brazos, cuantas noches vele en silencio tu sueño esperando que esa fiebre cesara o simplemente observandote dormir. Te miro, estas sentada dandome la espalda,  no dices nada, supongo que en algún punto de ese egocéntrico corazón hay un poco de dolor. Limpio la lágrima que se ha creado en mi ojo derecho y me decido a dar un ultimo vistazo al que hasta hace un par de horas fue nuestro lugar.

《Me voy, si olvido algo... por favor no lo tires, juntalo en una caja y envía un mensaje... pasaré en cuanto pueda》 digo con la voz notablemente quebrada, asientes con la cabeza, comienzo mi andar hacia la puerta. Por un momento le permito a las dudas albergarse en mi y quiero aferrarme a la idea de que me detendrás. No sucede.

Recorro el pasillo y llego hasta la sala donde los rastros de tus fechorias yacen amontonados sobre el sillón.  Sonrío.  Afirmo nuevamente mis pasos y salgo del departamento, llego a las escaleras, no quiero esperar el elevador así que comienzo un rápido descenso.  Meto mi mano al bolso de la chamarra y me percato que no te he dejado mis copias de las llaves, miro el llavero y separo las llaves cuidadosamente, están todas, la de la puerta del edificio, la pequeña e inútil llave del ascensor,  la llave de la puerta del departamento y la llave del buzón. Lo abro, meto las llaves dentro y lo cierro con un fuerte golpe, me aseguro que no se abra y por fin salgo de ahí.

Levanto la mirada, el cielo aun esta azul, no es tan tarde, sin embargo, la noche no tarda en caer, me dispongo a ir hacia mi auto no sin antes echar un ultimo vistazo sobre mi hombro, creo que las esperanzas de verte tras de mi se marchan definitivamente.

Meto las maletas al auto, coloco la llave y antes de darle vuelta recargo mis dos manos sobre el volante y estas sirven de almohada a mi cabeza, quiero llorar, pero no, no es el lugar ni la hora adecuada, podrías salir y ver que no me he marchado y puedes creer que soy débil,  enciendo el auto, pongo algo de música, enciendo un cigarro y emprendo el camino hacia el lugar que temporalmente será mi nueva morada.

Ya en el hotel pago un mes del servicio, tomo mi llave y me dirijo a la habitación 402. Mi celular comienza a vibrar en la bolsa de mi pantalón,  mi corazón da un salto cuando cree por un instante que es ella. No miro la pantalla, me limito a contestar.

-¿Qué onda mamasita?- grita una voz alegre al otro lado. Es Mariana. Quiere invitarme a tomar un café,  acepto,  le digo el nombre del hotel en el que estoy hospedada,  le cuento a grandes rasgos lo que sucedió y puntualiza el hecho de que no tardara nada.

Calculo que estará aquí en media hora, coloco las maletas sobre la cama y preparo lo necesario para darme un baño rápido.
Continuará...

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