Sus ojos se posaron en mi, sentía ese calor abrazador que durante su estancia nunca desapareció, en sus labios se dibujo una sonrisa y nuevamente con su insistente movimiento de manos pregunto: ¿Quieres tu respuesta ahora? En ese preciso momento se convirtió en mi persona favorita.El mesero se había equivocado dos enormes veces esa tarde, la primera cuando después de que ella entro le dijo “Ya nos habías espantado, creímos que no vendrías.” En esos momentos lo único que atinaba pedirle a la vida es que temblara y se abriera la tierra justo donde mi silla se encontraba. Comente “Perdón, no era el momento adecuado para que esa pregunta surgiera” la mire por cuestión de segundos y respondió (siempre con esa sonrisa que era tan especial, una mezcla de picara niña y de mujer seductora) - ¿Por qué no?-
Cambie apresuradamente el tema.
Su chocolate acabo y mi expresso había agotado su reserva de vida, pregunto si saldríamos a algún lado o si el plan era estar ahí toda la tarde, sinceramente no quería salir, quería postergar el momento mágico en esa cafetería. Después de buscar un muy largo tiempo mi cartera y sonrojarme ante mi torpeza pague y salimos.
Caminábamos por la calle de Rio Lerma hacia reforma, platicábamos y mejor dicho yo no paraba de hablar de cualquier tema, ella solo escuchaba, la verdad es que con tanto nerviosismo no recuerdo que dije. Hice una pequeña parada para comprar dulces y un agua única y exclusivamente para tratar de desfogar mi inquietud jugando con ambos, pasándolo de una mano a otra, girándola y haciendo tantas y tantas cosas. Termino retirando la botella de mis manos.
Al momento de cruzar hacia zona rosa un camión que por poco la salpica con el agua de un charco, mostro sus dotes de habilidad y esquivo el agua. Nos sentamos sobre una banca de reforma, le platicaba el por que y como se miden los kilómetros, sobre el calendario griego y romano. Y la Lluvia comenzó de nuevo.
Continuara…
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